Aún a riesgo de parecer esclavo y obsesionado de mi tiempo remunerado, no puedo dejar de comparar un edificio a una persona.
Para construir un edificio hace falta analizar sobre donde se va a cimentar. Si el terreno es firme o no. Si el terreno es agresivo o no. Para construir un edificio hay que sustentarlo en cimientos que lo mantengan en pie, que eviten que se hunda, e incluso cimientos que le dejen cierta movilidad, flexibilidad. Los edificios rígidos nunca fueron buenos. Incluso esos cimientos pueden estar preparados para futuras ampliaciones o modificaciones.
Un edificio debe tener su estructura, su “esqueleto”. Que debe ser resistente y flexible a la vez. Debe dejar espacio a lo que en un fututo llevará dentro. Un edificio ha de tener sus separaciones internas, que dividen los usos del mismo y permiten que cada parte se relacione entre sí.
Un edificio debe tener sus instalaciones, sus canalizaciones, por donde corra su “sangre”. Un edificio debe tener sus conexiones, sus luces, sus chispas, sus neuronas de un lado a otro.
Un edificio debe tener sus aperturas al exterior. Sus contactos con el mundo de fuera. Su fachada, su cara, sus ventanas, sus ojos, su puerta de entrada, su salida de emergencia. Un edificio debe tener su corazón, su parte “menos vistosa” pero a la vez más útil. Un edificio debe tener su cerebro, su cuadro principal desde donde se maneja todo.
Un edificio puede sufrir enfermedades, si no está bien cimentado, si le atacan agentes externos, si sus conducciones no funcionan bien, si su cerebro no trabaja correctamente…
Un edifico, incluso puede vivir siempre pegado a otro. Y a la hora de su demolición, puede ser "diseccionado" por partes, para aprovechar sus despojos. Pero también un edificio deja huella en aquel junto al que ha pasado tanto tiempo…
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
sábado, 26 de mayo de 2007
jueves, 24 de mayo de 2007
Corazones marineros
Hay historias que se escuchan tantas veces en los medios que se vuelven manidas y sin relevancia, apenas nos ocupan unos minutos de nuestra atención. Si te tocan más de cerca y las escuchas de primera o segunda mano, se acercan hasta que al menos te hacen reflexionar.
- ¿Ya han hecho las pruebas a tu padre?
- Sí, esta todo correcto. Su cuerpo puede permitir la operación. Ahora está en la lista de espera para que le transplante un corazón nuevo. Le han dicho que no se aleje a más de dos horas del hospital, por si el donante aparece.
Tiene que ser duro saber que esperas a que muera alguien, para poder coger un pedacito de esa persona, y puedas seguir viviendo. Tiene que ser duro sobre todo en una persona que ha vivido tanto, que ha exprimido al máximo su vida. Choca el imaginarte que tu corazón, va a ser sustituido por el de otra persona. Ponerse en la piel de receptor es complicado. Todos sabemos que el corazón es una víscera, que cumple su función de bombear sangre. Todos aplicamos tantas connotaciones a este órgano, que se nos hace difícil pensar que el corazón de otra persona pueda funcionar en nuestro cuerpo. Si la persona que recibe el corazón está realmente convencida de que lo que siente, lo siente con su corazón, debe tener la cabeza hecha un lío. O acaso no nos late el corazón más fuerte cuando nos emocionamos. O acaso no se nos ponen los pelos de punta cuando sentimos el corazón de la persona a la que queremos…
- ¿Y tu padre no está nervioso?
- No, que va! Está hecho un chaval. Está deseando tener un nuevo corazón, para poder seguir con su vida de marinero, de juergas, de mujeres y excesos.
Y a uno se le ponen la piel de gallina al escuchar eso de una persona de más de sesenta años. Un corazón nuevo. Un latido nuevo. Emociones nuevas. ¿Cuántas personas serían capaces de vivir con el corazón de otra persona?
- ¿De verdad que a tu padre no está al menos un poco preocupado?
- Bueno, un poco sí. Él dice que si le transplantan un corazón de una persona fan del Barcelona, es capaz de arrancárselo.
- Pero… Si las donaciones son anónimas… ¿cómo se va enterar de que el corazón que recibe es de un fan culé?
- Dice que cuando ya lo tenga dentro de su cuerpo, si escucha un gol del Barsa y se le ponen los pelos de punta, se marcha al hospital para que se lo quiten…
- Ups…
Aunque un corazón no sea capaz de sentir por sí mismo. Aunque una persona en vida sea mucho más que su corazón. Aunque los familiares del fallecido puedan pensar que la vida sigue presente en otra persona. Si nos miramos a los ojos y de pronto nos late más fuerte el corazón, ¿quién es dueño de sus emociones? ¿Quién es capaz de parar su corazón?
Suerte, al marinero. Seguro que encuentra su corazón.
martes, 22 de mayo de 2007
miércoles, 16 de mayo de 2007
Yo quiero ser un chico Almodóvar
Érase una vez un pueblo. Una mancha, en un llano. Un pueblo de los de molinos, quesos, quijotes de siglo veinte y carteles de pepsi oxidados. Allá donde las vides crecen ahora con el sudor del este, de Alá, y de la bohemia globalizada.
Érase una vez dos hermanos, criados a la vera de la semilla, la tierra, la paleta, y el cemento. Los tiempos los obligaron a buscar trabajo en la capital. Los tiempos los enseñaron a vivir para trabajar. El mayor se casó y tuvo dos hijos. El hermano pequeño es padre de dos hijas. Educar en un pueblo es tan complicado, como lo es cambiar la forma de ser de nuestros padres. Estos hermanos educaron a sus hijos de lo que aprendieron, y a parte, sus hijos, tomaron lo que les interesó de su tiempo.
Es curioso observar las enormes diferencias entre ellos, a la vez que las similitudes existentes entre tantas y tantas personas, y tantos y tantos lugares.
El hijo mayor del mayor de los hermanos, limita su hacienda a vivir al día, en trabajos destajo-esporádicos en busca del dinero fácil, la vida fácil. No importa el tiempo, no importan las formas. Se mueve por apetencias. No duda en creerse dueño de la palabra y el saber, y venera el dinero y los que lo poseen, como aspirando a que algún día, él pueda poseer esa utopía que es el conseguirlo todo sin esfuerzo. Desprecia los sentimientos. Claro, le hacen pensar. Desprecia las emociones, y su máxima expresión de amor se limita al coito testosterónico por su propio placer sin preocuparse del de ella, y por caricia entiende la palmada en el trasero. Trasero de su novia. La novia cumple el papel no escrito de las mujeres de los años 60, misal en mano, sumisas, complacientes, de sonrisa en la boca. Él se piensa que ella ha nacido para aguantarlo todo. Ella se piensa que no hay otro como él en el mundo. Ella sólo vive para lo que él quiere. Hace tiempo que no es ella, que no piensa en ella, que no se ríe por sí misma, que no disfruta la vida con sus dos ovarios, abriendo su punto de vista más allá de una casa, un mandil, chupetes por el suelo y unos cuantos pucheros. Si se piensa un poco más allá, da miedo pensar cómo serán los próximos años de esta pareja…
El hijo menor del mayor de los dos hermanos, ha heredado la aburrida necesidad de seguridad del padre que ya es mayor para criar otro hijo. Se comporta de manera excelente, ha elegido unos estudios brillantes, hacia una profesión sin riesgos, sin responsabilidades. Adosado a la aburrida necesidad de seguridad del padre se encuentran numerosos traumas que idealizan en su madre, todas las bondades que busca en una chica de su edad. Naturalmente, no encuentra ninguna. Cuando a su edad, en vez de novia, se busca una madre, sólo puede pasar que la frustración te lleve a no distinguir las enormes diferencias entre una cosa y la otra.
Por otra parte, el menor de los dos hermanos, ha tenido que hacerse una cueva en su propia casa, para tener su propio mundo y abstraerse de los colores rosa y azul intenso que adornan su dormitorio, salón y baño, en forma de terciopelo en sillas, alfombras, colchas, espejos y wateres recubiertos. Curioso. Como curiosas las vidas de cada uno. Como curiosa fue la tarde. Me faltaba Almodóvar, una camiseta de tirantes, una cadena de oro, y unas zapatillas. Pero al menos nos volvimos con una calabaza.
Érase una vez dos hermanos, criados a la vera de la semilla, la tierra, la paleta, y el cemento. Los tiempos los obligaron a buscar trabajo en la capital. Los tiempos los enseñaron a vivir para trabajar. El mayor se casó y tuvo dos hijos. El hermano pequeño es padre de dos hijas. Educar en un pueblo es tan complicado, como lo es cambiar la forma de ser de nuestros padres. Estos hermanos educaron a sus hijos de lo que aprendieron, y a parte, sus hijos, tomaron lo que les interesó de su tiempo.
Es curioso observar las enormes diferencias entre ellos, a la vez que las similitudes existentes entre tantas y tantas personas, y tantos y tantos lugares.
El hijo mayor del mayor de los hermanos, limita su hacienda a vivir al día, en trabajos destajo-esporádicos en busca del dinero fácil, la vida fácil. No importa el tiempo, no importan las formas. Se mueve por apetencias. No duda en creerse dueño de la palabra y el saber, y venera el dinero y los que lo poseen, como aspirando a que algún día, él pueda poseer esa utopía que es el conseguirlo todo sin esfuerzo. Desprecia los sentimientos. Claro, le hacen pensar. Desprecia las emociones, y su máxima expresión de amor se limita al coito testosterónico por su propio placer sin preocuparse del de ella, y por caricia entiende la palmada en el trasero. Trasero de su novia. La novia cumple el papel no escrito de las mujeres de los años 60, misal en mano, sumisas, complacientes, de sonrisa en la boca. Él se piensa que ella ha nacido para aguantarlo todo. Ella se piensa que no hay otro como él en el mundo. Ella sólo vive para lo que él quiere. Hace tiempo que no es ella, que no piensa en ella, que no se ríe por sí misma, que no disfruta la vida con sus dos ovarios, abriendo su punto de vista más allá de una casa, un mandil, chupetes por el suelo y unos cuantos pucheros. Si se piensa un poco más allá, da miedo pensar cómo serán los próximos años de esta pareja…
El hijo menor del mayor de los dos hermanos, ha heredado la aburrida necesidad de seguridad del padre que ya es mayor para criar otro hijo. Se comporta de manera excelente, ha elegido unos estudios brillantes, hacia una profesión sin riesgos, sin responsabilidades. Adosado a la aburrida necesidad de seguridad del padre se encuentran numerosos traumas que idealizan en su madre, todas las bondades que busca en una chica de su edad. Naturalmente, no encuentra ninguna. Cuando a su edad, en vez de novia, se busca una madre, sólo puede pasar que la frustración te lleve a no distinguir las enormes diferencias entre una cosa y la otra.
Por otra parte, el menor de los dos hermanos, ha tenido que hacerse una cueva en su propia casa, para tener su propio mundo y abstraerse de los colores rosa y azul intenso que adornan su dormitorio, salón y baño, en forma de terciopelo en sillas, alfombras, colchas, espejos y wateres recubiertos. Curioso. Como curiosas las vidas de cada uno. Como curiosa fue la tarde. Me faltaba Almodóvar, una camiseta de tirantes, una cadena de oro, y unas zapatillas. Pero al menos nos volvimos con una calabaza.
miércoles, 9 de mayo de 2007
El planificador, planificado
Números, números, cuentas, meses, días. Planifica. Escribe en un papel un calendario. Llénalo de garabatos. Tacha, borra, vuelve a escribir. Llama, visita, observa, ve, piensa. Vuelve a pensar. Así no, no conviene. Así sí, sí conviene. Pregunta, consulta en google. Nuevos cálculos. Llega, no llega. Sí llega. Oriéntate. Lugares nuevos, callejea. Ojos pegados al ordenador. Llamada, sí, no. Vuelve a planificar todo otra vez. Otra vez las cuentas. Aumento exagerado de pensamiento tipo “ y si… pues esto, o si no…, pues lo otro”. Hoja de cálculo, mesa llena de papel, gafas, vaso de agua, flexo. ¿Podemos? Sí. Uf. Uf. Planifica, calcula. Calendario en papel. Lunes, Martes, Miércoles… Septiembre, Octubre, Noviembre, ¡Diciembre!
Esto es. El planificador, planificado. Menos mal que hay personas que están ahí cada vez que se las necesita. Aunque sólo escuchen.
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