¿y duele mucho?
El dolor se lleva por dentro casi todo el tiempo. Está ahí, en forma de pinchazos y molestias intermitentes. Notas cierta agonía por todo el cuerpo. El malestar es evidente. Y los cambios que notas te disminuyen la autoestima. No te reconoces al espejo. El cansancio se convierte en una forma de vida desde la mañana, hasta la noche.
El otro día descubrí que los dolores tienen sus motivos, y sus porqués. Bueno, miento. Ya sabía que los dolores estaban motivados o no, y que la gran mayoría tenían su porqué. Lo que no sabía es que un motivo o un porqué pueden hacer el dolor, menos dolor, o al revés.
¿y emocionalmente?
La cabeza se convierte en una montaña rusa, donde llorar de tristeza es tan fácil como dejarse llevar por la sensación de caída desde lo alto de la misma, para en pocos segundos subir de nuevo, y reír, y llorar de felicidad. El dolor está ahí presente. Pero es un dolor con motivo. Es un dolor motivado. Está ahí. Ese dolor sirve para algo, significa algo. No es como un dolor de cabeza, que no sirve para nada. Cuando te duele la cabeza, sabes que simplemente te duele. Habrá unos determinados motivos (o no). Pero el resultado del dolor no entraña nada. No significa nada.
Y simplemente estar pegado a su lado merece cada minuto. Merece apenas sentir un gramo de brillo de los ojos, un segundo de la sonrisa y la mirada. “¡Le duele!” , piensas, y te estrujas la cabeza para ver como calmar el dolor. Pero después la miras a los ojos y comprendes que ese brillo da una razón a ese dolor. Una razón inexplicable, una razón que mi naturaleza no me dejará comprender. La naturaleza es justa y sabia. Y sabe que hay sensaciones que merecen ser sufridas, por necesarias, por instintivas y por inexplicables por el sexo opuesto. Y vivir esas sensaciones juntos es lo mejor que puedo sentir. Por fin, por fin, el otro día comprendí que había motivos que superaban a los dolores. Y como hombre, reconozco que me costó bastante. Pero todo lo que cuesta, siempre merece el esfuerzo. Vaya si lo merece.
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
domingo, 3 de junio de 2007
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