Siempre me han gustado todos los tipos de música. Allá donde vaya, copio y escucho la banda sonora del lugar. Cuando conozco a una persona, pregunto por sus gustos musicales. Exploto mil maneras de adquirir música, ya sea mediante pago de los originales, pago de las copias de los originales, o pago de la luz y los medios informáticos para obtenerla. Pero no comercio con ella. Sólo la uso para el propio disfrute.
Así recomiendo una vida en la que se pase por la intimidad de Benjamin Biolay, y luego aterrice en las áridas tierras de Arto.
Los viajes más cálidos llevan a pasar por soda stereo, para después probar las mieles de la dulce Olivia.
En una época era fácil visitar The Killers, recuperar la inocencia de la mano del sudoroso Morrisey e intentar ver al mesías con el rock mesiánico del eterno avión de combate U2.
Un etapa bohemia me llevó a transgredir con Belle & Sebastián y explotar con toda su literalidad ebrio de A perfect Circle
En los momentos más populares y sociales me basé en Sabina para pasar a Calamaro por encima y coger el suficiente impulso para tocar a Daconte
Y no me avergüenzo de necesitar de vez en cuando que en un mismo CD aparezca Perales, Pixies, Starsailor, el GRAN Sere, o Francesco de Gregori.
Mi lado más de barrio filtreó con el desorden vocal de Facto de la fe, Hanna, o los indescriptibles La excepción
Tantos, y tantos que faltan.
Al fin y al cabo cada uno de nosotros tiene una banda sonora para un momento de la vida. Sólo hay que escucharla.
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
domingo, 30 de septiembre de 2007
jueves, 20 de septiembre de 2007
lunes, 17 de septiembre de 2007
lunes, 10 de septiembre de 2007
Podría hablar con ella durante horas y horas, podría decirle cosas sin sentido, podría decirle cosas con sentido. Podría intentar convencerla. Podría intentar meterme en su piel durante al menos un minuto. Podría abrazarla, acariciarla durante un tiempo infinito. Podría sostenerla en mi cabeza y dejar que campara a sus anchas por ella, girando y girando en vueltas sin fin. Podría escucharla eternamente, y cada día, todos los días, me daría una lección de vida.
Ella me enseña a ser constante, a ser responsable, a querer, a sentir. Y día a día sus palabras se transforman en lecciones. Y día a día sus minutos enseñan a mis horas, a ser valientes, a mirar hacia delante, a mirar a los ojos, a decir mil veces te quiero sin que el tono o las dos palabras pierdan el significado que en tan pocas vocales describen tantos segundos.
Sin duda su valentía no tiene comparación ninguna. Sin duda, su presencia basta para llenarme en un solo instante. Sin duda, un abrazo suyo merece toda una vida.
Hace nueve meses que lo dije. Hace más de dos años que lo siento.
Y me falta el resto de la vida para vivirlo.
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